La Nueva España

Sociedad

Para los Habsburgo, la sociedad se debía dividir en partes dependiendo de su origen o importancia. A éstas partes se les daba jerarquía, derechos y obligaciones diferentes. Esta situación instituyó formalmente la discriminación racial. La formación de castas empieza con la mujer indígena, quien tuvo un papel muy importante en la sociedad novo hispana. Ella sosegó las inquietudes y necesidades emocionales y carnales de los conquistadores. La mujer indígena les brindaba amor y abrigo, y a arraigó a los conquistadores a la tierra formando horage. Los hijos que tenían eran educados por las mujeres, sin embargo, a la mayoría de estos hijos, se les daba una vida más digna que la de muchos otros indígenas. La mujer indígena era tan importante, que hubo un momento en el que el número de mujeres españoles llevadas a la Nueva España era muy pequeño ya que era más natural que las mujeres indígenas fueran las esposas de los conquistadores. Incluso el mismo Cortés tuvo varios hijos con varias indígenas y todos tuvieron una vida con más comodidades. También Pedro de Alvarado tuvo varios hijos con una indígena a la que llevaba a donde él fuera. Otra cambio importante que empezó a sufrir el pueblo de la Nueva España fue la evangelización. En los primeros años de dominación, 12 franciscanos fueron llevados a la Nueva España para evangelizar y conforme transcurrían los años, más y más órdenes eran llevadas. La Iglesia empezó a tomar mucho poder sobre los indígenas ya que controlaban sus vidas a través de amenazas religiosas, además la educación que recibían era impartida por sacerdotes y esto hacía que los indígenas pensaran como los sacerdotes lo quisieran, creían lo que los sacerdotes quisieran y hacían lo que los sacerdotes quisieran. Sin embargo, el poder de la Iglesia no solo fue acrecentado por los indígenas, el verdadero poder económico lo obtuvieron de los nobles quienes les daban mucho dinero para que los salvaran del infierno. Hubo una orden muy poderosa que contaba con dinero, terrenos, intelecto y confianza en la gente, eran los de “La compañía de Jesús”. Esta orden tenía muchos conventos, y aceptaba a muchos novicios que después se convertirían en sacerdotes. Durante esta dinastía, aunque de una manera errónea y negativa, se comenzaron a formar las estructuras de la sociedad novo hispana que durante todos los años de dominación vería muchos cambios económicos, políticos y sobre todo, dentro de ella misma.
 







 
 
Durante el siglo XVIII la población indígena continúa creciendo con lentitud, a pesar de problemas transitorios como la plaga de 1736, cuyos efectos se sintieron hasta 1739. De todas maneras, los cálculos y estimaciones de que se disponen en 1742 muestran un incremento que tomaría mayor dinamismo en la segunda parte del siglo.
Posiblemente este movimiento tenga varías explicaciones, que van desde la migración de un centro a otro con el fin de evadir la carga tributaria hasta el hecho de que varias de las jurisdicciones señaladas presentaban mejor oportunidad de elevar el nivel de vida, sin dejar de lado las consideraciones de tipo ecológico.
Al final del periodo colonial los habitantes catalogados como indígenas llegaron a representar casi 90% de la población total. Este crecimiento, por otro lado, contribuyó a que durante el siglo XVIII proliferaran tensiones agrarias, pues la transferencia de tierras continuó en favor del grupo español a costa de las comunidades. De esta manera, las disputas se extendieron entre hacendados y pueblos o entre los mismos pueblos, e incluso entre los residentes de una misma comunidad.
Todo el proceso y crecimiento anotado en los párrafos anteriores muestra el movimiento general por el que atravesaba la población de la Intendencia de México y de todo el reino, pues para 1793 la primera contaba con 1 162 856 habitantes; en 1803 con 1 511 900 y, para 1810, subió a 1 591 844 —según Humboldt y Navarro y Noriega—, años durante los cuales la población de toda la Nueva España pasó de 4 833 569 habitantes estimados en 1793 a 6 122 354 en 1810.
Por su parte, la formación de la estructura social durante la época colonial atravesó por un intenso movimiento en el que participaron grupos de la más diversa procedencia a partir del proceso de conquista, aunque en distintas proporciones y de acuerdo con las características propias de cada región. En el conjunto del espacio colonial, las áreas nucleares que mantenían la más alta población aborigen, al momento de producirse la Conquista española, seguían conservando en el siglo XVIII una clara mayoría de indígenas entre la población total, nivel que alcanzó un promedio de 60 y 75% en Perú, Guatemala y la Nueva España, aunque hubo áreas en las cuales al finalizar el siglo XVIII los indígenas representaban hasta 92% o más de la población total. Para el caso novohispano parece seguro ahora que las regiones bajo el dominio azteca mantenían un fuerte carácter indio; que en el territorio de la Nueva Galicia y el que correspondió a los tarascos, los indios y los no indios participaban de un porcentaje similar, y que la franja hacia el norte, que fuera colonizada después de la Conquista, poseía un conglomerado racial en el que los indios estaban escasamente representados. Sin embargo, en México existieron claras diferencias dentro y entre las distintas unidades geográficas menores, como las jurisdicciones, las parroquias y los pueblos.
 
 
 
 
 
 

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